martes, 11 de noviembre de 2008

"¿Cómo se dice, cómo se llama?...¡¡Obama, Obama!!"

Creo que llevo casi una semana de resaca postelectoral celebrando el triunfo de Obama y la preocupación de lo que será nuestro incierto futuro. Una de las imágenes que más me emocionó fue ver los lagrimones de Jesse Jackson y de recordar que hasta no hace mucho tiempo (45 años) mi abuela materna, que era una espléndida mujer morena, visitaba a su hijo Alfredo en la ciudad de Chicago. Ella, que no hablaba inglés, tomó un autobús y se sentó donde le dio la gana...hasta que vinieron a pedirle que se quitara de los asientos reservados para la gente blanca. Doña Luz, pobrecita, no entendía nada y se defendía diciendo que había pagado su billete y que no tenía porque levantarse de su lugar. Esa acción le dolió mucho, pero más le dolió enterarse luego de la cantidad de atrocidades, abusos, intimidaciones que los negros y los hispanos, especialmente los mexicanos, recibían en una nación que pretendía erigirse en la gran democracia del mundo. Estoy más que convencida de que si mi abuela Luz viviera, estaría todavía celebrando el triunfo de Obama. (También de que si tuviera ruedas, sería bicicleta).

Aquí en España, se podrán imaginar, no paran de hablar del “primer presidente negro” en la historia de Estados Unidos. Para empezar, negro, negro (en el sentido estadounidense de la palabra) no es; es mulato, de madre blanca y padre keniano, que creció en el seno de una familia blanca de Kansas, ni más ni menos. Lo que engrandece a Obama es esa faceta multiétnica (producto de su constante peregrinar infantil) que –esperamos, deseamos- le permitirá expandir sus horizontes y no quedarse en las fronteras de Estados Unidos.
Mejor me cae su mujer, Michelle. Esa hermosa negra de 1.90 de estatura, nacida y crecida en los barrios pobres de Chicago; hija de un matrimonio humilde y trabajador; inteligente y estudiosa. Como bien dijo Obama…Michelle es la piedra de su familia. Ojalá lo sea de una nación que necesita cambiar de rumbo de manera urgente; de una nación de mujeres brillantes (como Hillary), no clase medieras y sosas como la pobre de Laurita Bush o la tarada de Nancy Reagan. Por fin, después de muchos años, una mujer hecha a si misma llegará a la Casa Blanca.
Por lo pronto, ya decidí que mi trabajo de investigación del doctorado estará relacionada con el fenómeno Obama (si es que realmente existe tal cosa) y su espléndida retórica. No se todavía, pero se aceptan sugerencias.