martes, 9 de febrero de 2010

Del Carnaval a la Semana Santa





Adiós a los excesos y bienvenido el santo ayuno. En el mundo católico, conformado por más de mil millones de personas, se celebra el paso de los carnavales a la Semana Mayor… y a las primeras vacaciones del año.
En México, las mascaradas más célebres son indudablemente las de Mazatlán y Veracruz. Sin embargo, en España, no hay ciudad o pueblo, por más pequeño que sea, que no acoja esta festividad pagana con gran frenesí. Las tiendas de disfraces hacen su agosto en pleno mes de febrero alquilando toda suerte de trajes de época, máscaras y accesorios estrafalarios. El carnaval, que señala el inicio de la Cuaresma, tiene un significado muy especial en este país dado que estuvo prohibido durante los 40 años de la dictadura franquista. A pesar de la restricción, en ciertas regiones de España se siguieron organizando fiestas clandestinas, bailes de disfraces privados o “festivales locales”, como el de Cádiz que hoy constituye, junto con el de Santa Cruz de Tenerife (en las islas Canarias), uno de los más esplendorosos. No serán tan conocidos como los de Río de Janeiro o Venecia, pero los españoles tienen una gracia muy especial y peculiaridades que los caracterizan. Por ejemplo, en la ciudad andaluza de Cádiz son famosas “las murgas y las charangas” cantadas por grupos musicales que se ríen de los políticos y de otros personajes de la vida cotidiana. Los gaditanos tienen mucho sentido del humor y se destacan por su musicalidad; ambos ingredientes hacen posible la “chirigota”, una serie de canciones cómicas y mordaces interpretadas por una comparsa de doce miembros que exageran la realidad social hasta el punto de la carcajada.
Pasados los carnavales, llegan los cuarenta días para preparar nuestro espíritu. Dentro de la Cuaresma hay una arraigada costumbre española que celebra el día del Cristo de Medinaceli, el primer viernes de marzo. A la puerta de los templos donde hay una talla de este Nazareno se pueden ver largas colas de feligreses que le ofrecen tres monedas a cambio de tres deseos.

Pero la gran ocasión en España es, sin duda, la Semana Santa de Andalucía. Contaba el ilustre escritor y diplomático mexicano Alfonso Reyes que, a la sazón vivía en estas tierras, que en la Semana Santa de 1922 los hermanos Francisco y Federico García Lorca acompañaban a Manuel de Falla, el gran músico español, por las procesiones de Sevilla. Son tan espectaculares y fervorosas, que muchos cambian la máscara y el disfraz carnavalero por el traje azul, el “uniforme” del cofrade, para asistir a los actos que organizan las distintas cofradías, o directamente se ponen el capirote y la túnica para hacer “penitencia” por las calles de la ciudad.

La Semana Santa está cargada de religiosidad y emotividad populares: la gente llora al ver pasar a “su” Cristo y hasta le grita ¡guapo!; los jóvenes compiten por llegar a ser “costaleros” y cargar en hombros a “su” Virgen, y muchos hombres y mujeres hacen “oración” con la saeta o la poesía. En Málaga, durante la noche del Lunes Santo, más de 40 mil personas siguen la procesión del Jesús Cautivo, algunos descalzos, otros cargando cruces o con los ojos vendados porque han hecho una “promesa”. En Sevilla, es muy conocida la “Madrugá” con la Macarena, donde miles de creyentes acompañan a la Virgen durante toda la noche hasta bien entrada la mañana. En la región de Murcia, la pequeña ciudad de Mula es reconocida por su célebre Tamborada, o noche de los tambores. A la medianoche del Martes Santo, miles de tamboristas se concentran en la plaza del ayuntamiento; desde los abuelos hasta los nietos, ataviados con la túnica tradicional, aguardan el toque de corneta que dará la señal para romper el silencio. Entonces, desde esa hora hasta las 4 de la tarde del Miércoles Santo, es posible escuchar el sonido que emana de las pieles de los tambores, como si se tratara de un mantra, y de las manos ensangrentadas de quienes logran la hazaña.
España se inunda con el fervor y la espiritualidad de la Semana Santa y, desde luego no debe olvidarse que una parte importante de la cultura española es su comida. En estos días, las mesas se llenan de manjares exquisitos y de los dulces sabores de la repostería tradicional. Obligado es un plato de torrijas, también conocidas en México, o unas “monas de Pascua”, que son piezas y figuras de chocolate que suelen tener una sorpresa en su interior, originarias de Cataluña y la región de Valencia. En la zona de Castilla y León, el domingo de Pascua se celebra con la sabrosa costumbre de tomar hornazo. Esto es una masa de pan rellena con ingredientes como huevo, lomo y jamón, aunque también existe la versión dulce, hecha a base de almendras, azúcar, anises y huevo. Los bartolillos madrileños, las rosquillas de Semana Santa, los pestiños o los buñuelos son otras delicias que fascinan a cualquier paladar. Las recetas caseras se recuperan en cada hogar y en cada pastelería de España para ser disfrutadas y compartidas.

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