viernes, 16 de enero de 2015

Lagañas




Ojos azules, ojos verdes, ojos cansados. Cansados de mirar al infinito y de esperar. Blas y María vivían en una casucha en los límites del desierto de Sonora. Los hijos que habían engendrado ya no estaban, los nietos ni caso les hacían. Solo Canito, un viejo y pulgoso perro, les acompañaba. Hacía días que no lo veían. A veces, daba largos paseos y se perdía durante uno o dos días… pero tres semanas ya era demasiado. Blas y María estaban preocupados y tristes.
De pronto, oyeron un ladrido. Canito emergió del valle sorteando con cierta dificultad los matorrales y los cactus que le separaban de la casa. Los viejos se alegraron. Su amado Canito había vuelto, más flaco de lo que era, con una patita lastimada y sus ojitos llenos de lagañas.

 

 

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