martes, 2 de septiembre de 2008

Andando el camino


Mucha gente me pregunta que cómo le hice. Otros que cómo le estoy haciendo y algunos más quisieran saber si pienso quedarme aquí toda la vida. Después de 18 meses viviendo en otro país, con un océano de por medio, con unas condiciones de vida
diametralmente opuestas a las que experimentaba, las respuestas son variadas y hasta contradictorias. Pero así de dialéctica es la vida.
Para poder decidirme a dar el brinco y cambiar de vida (a mis 50 primaveras), necesitaba una coartada. Antes de conocer a Floren, yo ya había determinado tomarme una especie de año sabático (pagado, desde luego, por mí) y dedicar mi tiempo a los viajes y las lecturas que no había podido materializar durante los cinco años de torbellino administrativo – político – emocional del Fideicomiso. España era, tenía que ser, el destino obligado porque ya lo conocía y me había gustado. Pero para poder estar aquí de manera legal, tenía que hacer algo. Lo que encontré más a la mano fue un curso sobre conflictos armados y comunicación; una especie de diplomado que me permitiría obtener un visado de estudiante y la posibilidad de acceder al mundo universitario para continuar viviendo legalmente en España.
En este país, que tanto le debe a la migración (de aquí para allá y de allá para acá), las cosas se están poniendo cada vez más difíciles para quienes tratamos de abrirnos un espacio en estas tierras. No es para menos y les ofrezco un dato que ilustra bien la situación: ¿sabían ustedes que, después de Estados Unidos, España es el país que más inmigrantes recibe? Ya es reconocido como el país multiétnico de la Unión Europea, cerca de 4 millones y medio de extranjeros vivimos aquí y representamos casi el 10% de la población total. Algunos barrios de Madrid, parecen estar siendo reconquistados por miles de latinoamericanos, particularmente de origen ecuatoriano y colombiano. Y aunque la comunidad mexicana es minoritaria, su presencia se deja notar en muchos negocios, particularmente de gastronomía. Ya me iba yo a desviar para contarles las delicias de Rita, en la Taquería del Alamillo, pero se las dejo para otro momento.
El asunto de los inmigrantes se pone cada día más color de hormiga. No es fácil encontrar trabajo y menos ahora con la crisis económica que vive España. Si eres estudiante lo tienes un poco menos complicado. Por ejemplo, al hacer un curso o una maestría (pero no un doctorado) es necesario realizar “prácticas universitarias” en alguna empresa o institución con la que la universidad tenga convenio. De esta manera, pude trabajar durante 9 meses en Siemens. Claro, con un sueldo miserable, con un status de “becario”, sin ningún tipo de ayuda para transporte, comidas o seguro médico, pero con las mismas responsabilidades de un empleado.
De hecho, hace unos meses se empezó a gestar un debate sobre la figura del “becario” dado que muchas empresas e instituciones se ahorran ingentes cantidades de dinero contratando a personas con experiencia y currículo a través de convenios tipo “prácticas universitarias” que no establecen antigüedad ni compromiso laboral. Conmigo, la neta, ¡se sacaron la lotería!
Ahora, ¿pueden ustedes imaginarse lo que significaba para mí haber sido directora de promoción y difusión del Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México y acabar siendo “becaria” asistente del jefe de prensa y medios de la trasnacional alemana? Lo bueno es que Luis Ongil fue un super jefe y reconocía mis virtudes y conocimientos y, lo que no es común encontrar en estas latitudes… ¡pedía las cosas por favor y daba las gracias!
¿Qué fue lo mejor de esta vivencia? Haber conocido a gente espléndida y haber comprobado, una vez más, que “la vida es una tómbola… tom, tom, tómbola”.
























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