sábado, 7 de noviembre de 2009

Calaveritas vs. Halloween

Este año, Madrid recibió a cientos de calaveritas mexicanas. En esta ocasión hubo un inusitado interés por destacar la tradición del Día de Muertos tal y como la vivimos en México y un gran número de instituciones españolas ofrecieron su espacio para instalar ofrendas y representar montajes alusivos a la Catrina. Algunos restaurantes mexicanos prepararon los tamales rojos y verdes, más parecidos a las “humitas” ecuatorianas que a las delicias envueltas en hoja de plátano de las tierras oaxaqueñas, y cuyo precio oscilaba entre 2 y 3 euros… ¡hagan ustedes la conversión! Desde luego, es casi imposible encontrar flor de cempasúchil y pan de muerto, pero el ingenio de quienes vivimos en España compensa las ausencias con crisantemos y margaritas amarillas y “huesitos” o buñuelos de la repostería española.

Como todos sabemos, en España la fiesta de los muertos es cualquier cosa menos un jolgorio. Aquí sobresalen los crespones negros y los cementerios tristes; las misas de difunto y los solemnes rezos, y lo que es peor, va ganando terreno el esperpéntico Halloween. Es terrorífico ver la cantidad de disfraces de brujas y fantasmas que se venden en cualquier negocio de “chinos” para que los niños acudan a la escuela a jugar a los espantos. ¿Será que a los españoles les sigue dando “un poco de corte” la manera como esperamos a nuestros muertos o el simple hecho de comernos una calaverita de azúcar con nuestro nombre?

Puede ser que sí. La muerte les sigue dando miedo o demasiado respeto y no conciben la idea de montar una ofrenda llena de luz y color en el rincón de su casa, como la que cada año montamos en mi casa.


Existen, sin embargo, algunas tradiciones españolas que vale la pena conocer. En algunos pueblos de Castilla, por ejemplo, se cree que los difuntos salen de sus tumbas el 2 de noviembre para maltratar a los vivos que se han atrevido a salir a la calle. Esta creencia tiene sus raíces en una superstición musulmana que afirma que hay un día del año en que los espíritus –que no tienen que ser necesariamente muertos- andan sueltos por los caminos dispuestos a escarmentar a cualquier persona que asome las narices al exterior a partir de cierta hora y hasta el amanecer del día siguiente.
En Zamora se realiza la tradicional procesión de las ánimas en la que la cofradía del mismo nombre desfila la noche del 2 de noviembre por el cementerio y las calles aledañas mientras el pueblo va rezando el rosario a la luz de las velas y en Galicia, región muy dada a creer en espíritus y brujas, las ánimas asisten a los rezos de difuntos que se celebran en las parroquias. Dicen los gallegos que ellos no creen en las “meigas” (brujas), “pero de haberlas, haylas”.


Sin embargo, hay un pueblito de la provincia de Soria, llamado Tajuelo, que realiza un singular ritual de muertos a partir del día primero de noviembre. Comienza con el toque a duelo de las campanas de la iglesia que se convierte en una especie de música de fondo que acompañará al vecindario durante todo el proceso. El pueblo se organiza en tres grupos: casados, solteros y el resto de la población. Los dos primeros grupos son los protagonistas principales ya que son los encargados de cantar las estrofas del llamado Cántico de las Ánimas que van leyendo alternativamente a la luz de las velas en cuatro enclaves del pueblo. Al terminar cada cántico todos rezan un padrenuestro que inicia el párroco, rezo en el que son acompañados por el tercer grupo que presencia a unos metros a los dos coros y que porta en las manos velas protegidas por botes, calabazas o enseres de barro agujereados. Al término de cada cántico resuena tres veces la campanilla y al finalizar el ritual, el sacristán reparte panecillos y vino entre los asistentes.
En cuanto a la gastronomía de la temporada, la repostería española también tiene lo suyo… aunque lejos está del pan de muerto, las calaveritas de amaranto o la calabaza en tacha como se prepara en México. Decimos que también tiene lo suyo porque representa un disfrute para los paladares de los que seguimos “en este valle de lágrimas”. En toda España, encontramos los famosos huesos de santo y buñuelos; postre de gachas, en Jaén (Andalucía), las castañas asadoas, en Galicia y Castilla, o el arrope y calabazate, en la región de Murcia. Tampoco pueden faltar las rosquillas de anís y patatas asadas de Salamanca, ni el arroz y los talladetes de Alicante. En toda la comunidad andaluza se puede encontrar borrachillo y en la exquisita Cataluña se deleitan los parroquianos con suculentos panallets, mientras en la vecina Mallorca no pueden faltar los rosaris.

¿Qué tenemos en común con los españoles durante estos días? Desde luego el montaje de Don Juan Tenorio en todas las versiones posibles o el alza en el precio de las flores, particularmente de las rosas y crisantemos, que se depositan en las tumbas de los cementerios españoles como el de la Almudena, el más grande de Europa. Por cierto, se acaba de crear un parque funerario en Cataluña donde se permitirá esparcir las cenizas de los difuntos, atendiendo a ese último deseo, y cumplir así con una norma europea que prohíbe que el polvo en el que nos convertiremos se disemine en el mar, los bosques o cualquier jardín urbano que se le haya ocurrido al “hoy occiso”. ¡Cosas de la globalización!

1 comentario:

Lourdes Almeida dijo...

Mi Lauris, estuve por Oaxaca, en la celebración de muertos. Sigo compilando comentarios de la gente y observando diferentes estilos de altares.
Me encanto tu comentario sobre las tradiciones de todos santos en España. Te mando un fuerte abrazo.