viernes, 14 de noviembre de 2014

Yahara y los selfies


¿A quién observa el pequeño mono araña? ¿Qué ven sus ojillos asustadizos que contrastan con la serena mirada del amo? ¿Por qué se aferra a la cabeza del niño? Si pudiésemos leer la primitiva mente del animal, diríamos que no se fía de los individuos que tiene enfrente. Quizá porque se parecen demasiado a quienes lo dejaron huérfano y sin casa. Sin embargo, él no sabe que estos hombres han venido al corazón de la selva amazónica brasileña por otro motivo: fotografiar a la tribu awá, una de las más amenazadas del planeta debido a la deforestación descontrolada.

¿Y el niño? ¿Tampoco confía en estos hombres? Con atención mira la lente de la cámara que le intenta robar, no ya el alma, sino un trozo de imagen. Sus ojos observan con cautela y curiosidad. Quieren descubrir lo que el fotógrafo tiene entre las manos. Acaso pretende asomarse a la pequeña ventana del aparato.

Por la cercanía del rostro y la nitidez de la imagen, alguien muy moderno o demasiado joven diría que se trata de un selfie. Esa moda tan de mal gusto que ha inundado las redes sociales de rostros ridículos. Hasta el término suena mal: selfie. En efecto, alguien podría afirmar que la estética de esta foto coincide con la tendencia visual del momento, si no fuera porque ha sido tomada por uno de los mejores fotógrafos del mundo: Sebastiao Salgado.

Este joven de ojos negros, que podría pasar por un varón o una hembra, se llama Yahara. Afortunadamente, no sabe lo que es un selfie y lo más seguro es que nunca lo sepa. Y aunque lo supiera, es difícil que su cabeza, acostumbrada a contar árboles y ríos, se haga una idea de lo que es “colgar” cada día 93 millones de autofotos. Yahara solo sabe colgarse de las lianas. Para su fortuna, las únicas nubes que conoce son las que cruzan el cielo desatando tormentas de vez en cuando.

Dice el escritor mexicano Jordi Soler que, desde la perspectiva del hombre primitivo, el selfie sería “el acto por medio del cual una persona se roba el alma a si misma, como quien se roba su propia cartera”. Inquietante opinión.

¿Y pensar que Facebook es la mayor red social de imágenes con más de 240 mil millones de fotos publicadas? La perturbadora cifra nos pone la piel de gallina. En todo caso, si pudiéramos pedirle algo a este joven amazónico sería no asomarse demasiado a este mundo de imágenes desacralizadas, robadas a golpe de teléfono móvil. No vaya a ser que, en medio de tantas, el alma se le pierda.

Regresemos a la fotografía de Sebastiao Salgado. El ángulo que forman las dos miradas, la del mono, dirigida hacia la derecha, y la del niño, que observa de frente, nos ofrece un abanico de posibilidades para inventarnos más de un fábula. Como ésta: la de Yahara y el mono araña, cuyos ojitos encendidos como dos pequeños tizones parecen alertar de que la presencia de hombres blancos en la tribu nunca traerá nada bueno.

 

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