lunes, 20 de octubre de 2008

"Con la iglesia hemos topado, Sancho”

Javier es un bebé andaluz que nació para salvar a su hermano Andrés. También nació porque fue concebido con amor y esperanza por sus padres y porque viene a iluminar la vida de toda una familia y de una comunidad y de un país. Y ya está.
Entre todo este tsunami de noticias malas y pésimas, la única buena nueva que podía darle un poco de ilusión al mundo era el nacimiento de Javier. Pero la iglesia católica, en particular, la Conferencia Episcopal Española (más inquisidora que Torquemada) acaba de lanzar un cubo de agua helada al asunto.
El “Cavernal” Rouco y sus hombres del Cro-Magnon rechazaron públicamente la técnica utilizada por el hospital sevillano que ha permitido que Javier naciera libre de una grave enfermedad hereditaria, la misma que padece su hermano Andrés (de seis años) y con quien es compatible. La sangre de su cordón umbilical servirá para realizar el trasplante que necesita Andrés para superar una anemia congénita severa conocida como beta-talasemia mayor y que puede provocarle una muerte temprana.
Y como hubiera exclamado Don Quijote, “con la iglesia hemos topado, Sancho”. La Iglesia critica que se haya puesto el acento "en la feliz noticia del alumbramiento y en la posibilidad de la curación de la enfermedad de su hermano" y se hayan silenciado las "implicaciones morales" de este procedimiento. Y la pregunta que se me ocurre es, ¿es entonces más moral dejar que un niño de 6 años muera? ¿Eso hubiera querido Jesús que tanto amó a los niños? Una vez más, la iglesia católica condena los avances de la ciencia.

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