Pues sí, querida familia y queridos amigos. “Nuestro” pueblo natal resultó ser una verdadera revelación. Sin duda, será un punto obligado (un “must” como dicen los mamones) en las próximas visitas que nos hagan. No sólo porque está a dos horas de Madrid (entre las provincias de Cuenca y Albacete), sino porque, en verdad, tiene su encanto y mucha historia.
Durante la dominación musulmana (del siglo VIII al XII) aquí se refugió el príncipe árabe Abderramán, y también fue escondite de Omar Ibn Hafsun, azote de los emires cordobeses. Dada su especial ubicación en lo alto de un cerro rocoso, parcialmente rodeado por el río Júcar, Alarcón se convirtió en uno de los principales objetivos de las campañas realizadas por Alfonso VIII en tierras de Cuenca. Tras un asedio de nueve meses, fue reconquistada en 1184 a los musulmanes de Alarkum.
Hay varios edificios históricos y de gran valor artístico, en el que destacan las murallas, diversas iglesias y un castillo, actualmente parador de turismo. Hay mucha rehabilitación en la villa; me sorprendió especialmente la iglesia de San Juan Bautista está en la Plaza Mayor. Es del siglo XVI y se caracteriza porque, después de haber sido desacralizada, en el año 2000, la UNESCO apoyo un proyecto para que un artista de la región pintara un mural contemporáneo dentro del templo.
En la población vivió el propio Alfonso VIII, así como el infante Don Juan Manuel, quien escribió parte de su obra en estas tierras. ¿Se acuerdan del Conde Lucanor? ¿Ese libro que nos obligaron a leer en la prepa y que todos teníamos en la versión “Sepan cuántos…” de Porrúa? Pues, aquí fue escrito.