jueves, 4 de junio de 2015

Elogio de la desconexión


A Florencio García Gutiérrez y
su personal elogio de la desconexión.
 
-          Oye esto… “En un mundo en el que la inmediatez y la vecindad son lo habitual, resulta imperativo recuperar el sentido de la distancia como algo que uno debe procurarse para ralentizar el ritmo de la comunicación y la decisión…”
 
-          ¡Ay, no! ¿ya vas a empezar?
 
-          “… para sustraerse a la influencia de las opiniones ajenas y pensar por cuenta propia, para decidir uno mismo en su propio espacio y con su propio tiempo”.
 
-          ¡Buaaaa!
 
-          Atiende, atiende… “En menos de veinte años hemos pasado del placer de la conexión a un deseo latente de desconexión”. Esta es una más de las razones por la que no tengo ni quiero tener “wassap”.
 
-          A ver. ¿No te estarás convirtiendo en una especie de talibán de la tecnología? Yo entiendo que no te quieras comprar un smartphone y andes por la vida con esa antigualla de Nokia, vale, si te funciona, allá tú. Pero de eso, a que vivas obsesionado con tu rollo antisistema, chico…
 
-          Es que no quiero que nadie me imponga nada. No me interesa estar conectado las 24 horas del día. ¡Me asfixia tanta dependencia de Internet!
 
-          Pero, en algún momento de la vida, tendrás que ser parte de este mundo si no quieres quedarte aislado. Además, el Whatsapp es gratis.
 
-          ¿Gratis? ¿Gratis? ¿Tú, de verdad crees que hay algo en la vida que es gratuito? ¡Nada es gratis! Lo que la gente no piensa es que, a través de sus teléfonos inteligentes, está más controlada que nunca. Estamos siendo evaluados, identificados, vigilados… ¡vivimos en un inmenso Gran Hermano… y nadie lo cuestiona!
 
-          Mira, no empecemos.
 
-         
 
-          Vale, te concedo algo de razón, pero por otro lado, tienes que entender que, si no estás conectado, no existes. Yo, por ejemplo, si no tuviera este aparatito que tanto desdeñas, no podría trabajar desde cualquier parte del mundo y a la hora que me de la gana. Este móvil es mi oficina.
 
-          ¿No estarás confundiendo el “networking” con el “overlinking”? ¡Dios, cómo detesto estas palabrejas en inglés! ¿Sabes lo que dice este artículo? Que el exceso de conectividad en el que vivimos ha llegado a provocar, y te lo leo textualmente: “una náusea telecomunicativa, una fatiga tecnológica que se traduce en un deseo de desconexión, aunque sea parcial”.
 
 
-          Oye, yo tampoco estoy tan enganchada. Se cuándo debo parar.
 
-          Tía, pero si no dejas de responder wassaps y mensajes y correos. Si te pasas el día tomando fotos de lo que comes y miras. Si eres la “Madre de todos los Selfies”…
 
-          Pues, ¿sabes qué? Gracias a Facebook he podido recuperar a mis amigas de la primaria. Estoy en permanente comunicación con mis sobrinas de Estados Unidos, puedo visitar en tiempo real -¡quédate con esto!- cualquier museo del mundo; consultar cualquier periódico, revista, libro online; puedo saber la hora exacta en que pasa el autobús o qué obra de teatro esta triunfando en Broadway…
 
-          ¿Y de verdad querías recuperar a tus amigas de la primaria con las que no tienes nada en común? ¿Hace cuánto que no escribes una postal a tus sobrinas? ¿Te sirve de algo saber qué dice el Washington Post o el Times? Pero, ¡si tú ni siquiera hablas inglés, tía! De verdad, ¿te hace falta todo eso que me estás diciendo?
 
-          ¿Sabes lo que eres? ¡Eres un cavernícola!
 
-          Y a ti, ¿sabes lo que te hace falta? Ir a una clínica para desintoxicarte del exceso de conectividad. Yo prefiero seguir aquí, haciendo mi personal elogio de la desconexión.
 
-         
 
-          Vamos, no te enfades. Es que, desde hace tiempo, siento que ya no eres la misma chica de la que me enamoré. La que se emocionaba con mis versos, la que se reía a carcajadas viendo una película en un cine de verdad, la que ahorraba hasta el último céntimo para comprarse un disco. Ahora, contigo, todo es más difícil, tía, menos espontáneo. Vivimos en dos mundos diferentes; tú siempre pendiente del móvil, yo haciendo malabares para llamar tu atención. ¿No te gustaría desenchufarte media hora y venir conmigo al parque?
 
-          ¡Ay, David! No me digas eso que me vas a hacer llorar. Mira, nada más termino de hablar con mi jefe por Facetime y participo un ratito en una crowd intelligence de Personal, y te prometo que te mando un mensaje para vernos esta tarde, ¿te parece?
 
-          -¡Ay, amor! De verdad, contigo, no se puede.