A Florencio García Gutiérrez y
su personal elogio de la desconexión.
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Oye esto… “En
un mundo en el que la inmediatez y la vecindad son lo habitual, resulta
imperativo recuperar el sentido de la distancia como algo que uno debe
procurarse para ralentizar el ritmo de la comunicación y la decisión…”
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¡Ay, no! ¿ya vas a empezar?
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“…
para sustraerse a la influencia de las opiniones ajenas y pensar por cuenta
propia, para decidir uno mismo en su propio espacio y con su propio tiempo”.
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¡Buaaaa!
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Atiende, atiende… “En menos de veinte años hemos pasado del placer de la conexión a un
deseo latente de desconexión”. Esta es una más de las razones por la que no
tengo ni quiero tener “wassap”.
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A ver. ¿No te estarás convirtiendo en una
especie de talibán de la tecnología? Yo entiendo que no te quieras comprar un smartphone
y andes por la vida con esa antigualla de Nokia, vale, si te funciona, allá tú.
Pero de eso, a que vivas obsesionado con tu rollo antisistema, chico…
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Es que no quiero que nadie me imponga nada. No
me interesa estar conectado las 24 horas del día. ¡Me asfixia tanta dependencia
de Internet!
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Pero, en algún momento de la vida, tendrás que
ser parte de este mundo si no quieres quedarte aislado. Además, el Whatsapp es gratis.
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¿Gratis? ¿Gratis? ¿Tú, de verdad crees que hay
algo en la vida que es gratuito? ¡Nada es gratis! Lo que la gente no piensa es
que, a través de sus teléfonos inteligentes, está más controlada que nunca.
Estamos siendo evaluados, identificados, vigilados… ¡vivimos en un inmenso Gran
Hermano… y nadie lo cuestiona!
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Mira, no empecemos.
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…
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Vale, te concedo algo de razón, pero por otro
lado, tienes que entender que, si no estás conectado, no existes. Yo, por
ejemplo, si no tuviera este aparatito que tanto desdeñas, no podría trabajar
desde cualquier parte del mundo y a la hora que me de la gana. Este móvil es mi
oficina.
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¿No estarás confundiendo el “networking” con el “overlinking”? ¡Dios, cómo detesto estas palabrejas en inglés!
¿Sabes lo que dice este artículo? Que el exceso de conectividad en el que
vivimos ha llegado a provocar, y te lo leo textualmente: “una náusea telecomunicativa, una fatiga tecnológica que se traduce en
un deseo de desconexión, aunque sea parcial”.
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Oye, yo tampoco estoy tan enganchada. Se cuándo
debo parar.
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Tía, pero si no dejas de responder wassaps y
mensajes y correos. Si te pasas el día tomando fotos de lo que comes y miras.
Si eres la “Madre de todos los Selfies”…
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Pues, ¿sabes qué? Gracias a Facebook he podido
recuperar a mis amigas de la primaria. Estoy en permanente comunicación con mis
sobrinas de Estados Unidos, puedo visitar en tiempo real -¡quédate con esto!-
cualquier museo del mundo; consultar cualquier periódico, revista, libro
online; puedo saber la hora exacta en que pasa el autobús o qué obra de teatro
esta triunfando en Broadway…
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¿Y de verdad querías recuperar a tus amigas de
la primaria con las que no tienes nada en común? ¿Hace cuánto que no escribes
una postal a tus sobrinas? ¿Te sirve de algo saber qué dice el Washington Post
o el Times? Pero, ¡si tú ni siquiera hablas inglés, tía! De verdad, ¿te hace
falta todo eso que me estás diciendo?
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¿Sabes lo que eres? ¡Eres un cavernícola!
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Y a ti, ¿sabes lo que te hace falta? Ir a una
clínica para desintoxicarte del exceso de conectividad. Yo prefiero seguir aquí,
haciendo mi personal elogio de la desconexión.
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…
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Vamos, no te enfades. Es que, desde hace tiempo,
siento que ya no eres la misma chica de la que me enamoré. La que se emocionaba
con mis versos, la que se reía a carcajadas viendo una película en un cine de
verdad, la que ahorraba hasta el último céntimo para comprarse un disco. Ahora,
contigo, todo es más difícil, tía, menos espontáneo. Vivimos en dos mundos
diferentes; tú siempre pendiente del móvil, yo haciendo malabares para llamar
tu atención. ¿No te gustaría desenchufarte media hora y venir conmigo al
parque?
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¡Ay, David! No me digas eso que me vas a hacer
llorar. Mira, nada más termino de hablar con mi jefe por Facetime y participo
un ratito en una crowd intelligence
de Personal, y te prometo que te mando un mensaje para vernos esta tarde, ¿te
parece?
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-¡Ay, amor! De verdad, contigo, no se puede.