¿Qué tanto sabemos de nuestra guerra de Independencia? Conocemos las fechas, algunos nombres de las mujeres y los hombres que “nos dieron Patria”, pero… ¿somos capaces de recordar algún otro acontecimiento que fuera determinante en el inicio de nuestra gesta independentista; algún otro ilustre mexicano que diera su batalla desde aquí o algún extranjero que ofreciera su vida por la causa mexicana?
Todo esto sale a colación porque en mayo del año pasado, España celebró el bicentenario de su propia independencia. Y, de alguna manera, gracias a la ella, México y el resto de países latinoamericanos tuvimos la nuestra.
El año de 1808 significó una toma de conciencia en la Nueva España, representaba una clara oportunidad para cuestionar la legitimidad de las Juntas regionales de gobierno implantadas por lo peninsulares en nombre de Fernando VII y, desde luego, de poner en tela de juicio el régimen colonial. La debilidad de un poder central y los cambios en la organización política del Imperio, brindaron a muchos novohispanos la ocasión de luchar por alcanzar el poder político y buscar un nuevo camino en su relación con la Madre Patria. Tal fue el caso de don Miguel Ramos Arizpe. ¿Les suena?
Don Miguel fue un sacerdote y político oriundo de la entonces provincia de Coahuila y fue electo diputado por esta demarcación para participar en las Cortes de Cádiz de septiembre de 1810. Fue un hombre tenaz que, con sus ideas liberales e independentistas, contribuyó de manera muy relevante durante todo el período legislativo que daría como fruto la Constitución de Cádiz de 1812, mejor conocida como La Pepa, por haber sido proclamada el día de San José.
La vuelta al trono de Fernando VII, en 1814, disolvió las Cortes y Ramos Arizpe fue detenido y encarcelado en Valencia, de donde salió en 1820 con el retorno de los liberales. Regresó a México, una vez consumada la Independencia, y participó activamente en la elaboración de la Constitución de 1824. Fue ministro de Justicia con el presidente Guadalupe Victoria. Ramos Arizpe defendió sus ideas liberales y federalistas con tal ardor que se le conoce como el Padre del Federalismo.
¿Y qué decir del español Francisco Javier Mina? Después de haber combatido valientemente a los franceses en territorio español y ser un fuerte opositor al absolutismo de Fernando VII, Mina marchó a Londres donde conoció a fray Servando Teresa de Mier quien lo convenció de colaborar con la causa insurgente de la Nueva España. Tras sortear múltiples escollos, Mina llegó a la costa tamaulipeca; peleó ferozmente y avanzó hasta Guanajuato donde fue derrotado, hecho prisionero y ajusticiado durante el asedio a la ciudad, en 1817. Por cierto, sus restos descansan en la Columna de la Independencia de la Ciudad de México.
Sobre las mujeres que participaron en la guerra de Independencia, además de las sempiternas e ilustres Josefa Ortiz de Domínguez y Leona Vicario, ¿a qué otras conocemos? ¿Es que la historia oficial ha minimizado la lucha de las mujeres durante la independencia? Puede que sí. Por lo pronto, aquí hacemos un huequito agradecido a mujeres como Mariana Rodríguez del Toro, Antonia Nava, María Petra Teruel de Velasco (por cierto, protectora de los insurgentes presos) o a las hermanas Francisca y Magdalena Godos quienes, durante el sitio de Coscomatepec, lo mismo elaboraban cartuchos para la tropa que atendían a los enfermos y heridos. A ellas y a muchas más, nuestro recuerdo.