De
camino al examen, la Mary se detiene en el kiosko de la esquina para ver la
portada del ¡Aquí hay tomate! El vestido de la Pedroche es LA noticia
del día. Ella quiere copiar el modelito para la fiesta de graduación de la ESO.
Pero ¡claro!, primero tiene que pasar el puñetero examen de Ética. ¿Para qué
coño quiero saber yo de ética si me voy a dedicar a la pelu, como la Raquel? ¡A
quién le importan los presocráticos si aquí los que mandan son los putos
chinos! ¡Ay, que boquita te cargas, Mary! “Hablas como una verdulera”,
le dijo ayer el Pedro. Le jodió el comentario porque eso no quiere decir nada
de cómo son las personas. Además, ¿cómo hablan las verduleras? La Paqui, la de
abajo de su casa, habla sin chillar ni soltar tacos. ¡Me cago en la hostia!
La gente no puede decir que eres mala o buena por si dices un taco o diez
¡joder! Puede parecer que soy muy chunga, que no digo que no lo sea. La gente
que no me conoce puede llegar a pensar que soy una cabrona porque hablo
gritando y asín un poco… ¡A mi manera, coño! Soltando muchos tacos, como hablan
en mi casa, se mosquea. Pero quien conoce a la Mary sabe muy bien que tiene
“un corazón más gordo que el culo de la Belén Esteban”.
¡Uy,
qué chulo está el vestido de la Pedroche! Si tuviera pasta, tendría toda la
ropa que usa ella, llenaría un salón entero como el vestidor de la de Sexo en
Nueva York, ¡esa tía sí que mola! O como la Merin Estríl de El Diablo viste de
Prada. Nunca me faltaría de nada. Sueña. La Mary da una última
ojeada a la revista. Sabe que va tardísimo al insti. Checa el móvil, ve
la hora y se detiene un rato más en la foto del perro que le regaló el Dosel a
la Steisy en “Hombres y mujeres y viceversa” ¡Es más mono! El Dosel, el Dosel.
A la Mary, los perros no le gustan. Huelen mal y sueltan pelo. El otro día,
en la clase de Ética, el profe dijo que los que no quieren a los animales son
malas personas. ¿Fue en la clase o lo escuchó en la tele? Bueno, da igual. Si
no me gustan los perros, ¿por qué tengo que ser mala persona, como mucho sería
un mal perro, no? O una mala perra… jaja. Es que, de verdad tía, hasta que no
conoces a las personas no sabes si son chungas o guays, sonríe. “Lo
gorda que se ha puesto la Pataki”, exclama cuando a su lado pasa la Jessi. “Tía,
que llegas tarde al examen”. Le cae mal la Jessy porque es una empollona de
mierda. Pero, esta vez, tiene razón. Si quiere verse como la Pedroche, tiene
que pasar el último examen del curso. Presocráticos… ¡que os follen, tíos!