Les guste o no a los varones
que lean este artículo, es un hecho demostrable que la violencia y las guerras
han estado dominadas siempre por los hombres. No lo afirmamos nosotras las
mujeres, lo acreditan las estadísticas de numerosos organismos internacionales
serios y responsables.
En su más reciente
colaboración para el diario español El País, el politólogo José Ignacio
Torreblanca compartía con sus lectores una serie de cifras tan contundentes
sobre la violencia ejercida por el género masculino, que nos dejó con ganas de
compartir algunos datos. Solo por mencionar uno: según Naciones Unidas, el 70%
de las mujeres han experimentado alguna forma de violencia a lo largo de su
vida, una de cada cinco de tipo sexual. Y lo que es aún más increíble, las
mujeres entre 15 y 44 años tienen más probabilidad de ser atacadas por su
pareja o asaltadas sexualmente que de sufrir cáncer o tener un accidente de
tráfico.
Podemos prohibir las
bombas, pero detrás siempre hay un hombre
Así rezaba uno de los
epígrafes del artículo de Torreblanca. Y es que la cruda realidad afirma que el
ser humano, desde hace milenios, ha demostrado una increíble capacidad de
matar, y, además, de hacerlo en masa y sostenidamente. Para ello se ha servido
de cualquier cosa a su alcance: un machete, un AK-47, explosivos convencionales
o bombas atómicas.
La historia militar,
argumenta el especialista, no deja lugar a dudas: “los ejércitos han estado
formados por varones, que han sido los ejecutores casi en exclusiva de este
tipo de violencia, y sus principales víctimas”. Alguien podrá argumentar que
dentro de muchos grupos guerrilleros y bandas terroristas han participado
mujeres, “a veces muy sanguinarias”; sin embargo, “la violencia bélica en manos
de las mujeres ha sido una gota en un océano”. El resultado: “solo en el siglo
XX, las víctimas de estos conflictos desencadenados y ejecutados por varones se
cobraron la vida de entre 136 y 148 millones de personas”, agrega Torreblanca.
La peor vergüenza de una guerra:
las violaciones
Según este especialista, la
violencia sexual contra las mujeres es omnipresente, ha sido alentada como arma
de guerra y constituye uno de los capítulos más vergonzosos, y más silenciados,
de la historia de los conflictos bélicos.
Para nuestra desgracia, esta
violencia sexual ocurre en todos los países que están en guerra. De acuerdo con
cifras de la ONU, hoy, en pleno siglo XXI, en la República del Congo han
ocurrido alrededor de 200.000 violaciones, una cifra similar a la ofrecida para
Ruanda. Recordemos que, “en el corazón de la Europa educada, la violación
también fue un arma de guerra interétnica en el conflicto de la antigua
Yugoslavia, donde se estima que entre 20.000 y 50.000 mujeres fueron violadas”,
señala Torreblanca. A esta barbarie hay que agregar: el aborto selectivo de
niñas, los crímenes de honor, el tráfico de mujeres con fines de explotación
sexual o la mutilación sexual, que afecta a 130 millones de mujeres.
La violencia sexual ejercida
contra las niñas y las mujeres en las zonas de conflicto ha sido tan abrumadora
que en su Resolución 1.325 de 31 de octubre de 2000, la Organización de
Naciones Unidas hizo visible por primera vez la necesidad de una protección
explícita y diferenciada para las mujeres y las niñas en escenarios de
conflicto, así como la contribución fundamental que las mujeres hacen y deben
hacer en lo relativo a la resolución de conflictos y la construcción de la paz.
¿Es el hombre un arma de
destrucción masiva?
Esto se preguntaba el
articulista de El País al analizar una realidad que es incontestable: “los
varones matan y se matan, mucho, y ejercen mucha violencia contra las mujeres”.
En Estados Unidos, las
estadísticas señalan que el 90% de todos los homicidios cometidos entre 1980 y
2005 lo fueron por hombres, mientras que solo el 10% por mujeres; en España,
por poner otro ejemplo, la población penitenciaria está compuesta en un 90% por
hombres y en un 10% por mujeres. Finalmente, José Ignacio Torreblanca
aseveraba: “podemos prohibir las armas largas, las armas cortas, las minas
antipersona, las bombas de fósforo o de fragmentación, las armas
bacteriológicas, químicas y nucleares, pero al final estaremos siempre en el
mismo sitio: detrás de cada arma habrá un varón”.
El debate está abierto, Tú,
¿qué opinas?