El ébola ya no es una
epidemia que afecta solamente al continente africano. Recientes informes
indican que el virus ya ha llegado a países desarrollados, como Estados Unidos,
y que se encuentra a las puertas, o más propiamente dicho, en las fronteras de
muchas naciones como México. En España, dos misioneros españoles han muerto en
Madrid a causa del brote de ébola de África occidental.
De acuerdo con el diario
estadounidense The Washington Post, entre el 55 y el 60% de las personas
fallecidas por ébola en Guinea y Sierra Leona durante esta reciente epidemia
han sido mujeres. En Liberia, las autoridades sanitarias situaban en un 75% el
número de éstas. A pesar de que no se dispone de datos estadísticos
desagregados por sexo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha confirmado
que el número de fallecidas de ébola es superior al de hombres, y que este
desequilibrio no tiene relación con causas biológicas, sino con sus diferentes
roles sociales.
Las mujeres, las primeras
víctimas
¿A qué se debe esto? A que las
mujeres son responsables del cuidado de los miembros de la familia cuando
enferman, les cocinan, los limpian y lavan su ropa, lo que supone un importante
factor de riesgo de una enfermedad cuya vía de contagio es el contacto directo con
los fluidos de la persona enferma, como es el caso del ébola.
Además, son mayoritarias en
puestos de enfermería y limpieza en los centros de salud, que son los más
expuestos al contagio. Las mujeres son las que atienden los partos y las que
suelen realizar la preparación tradicional de los cadáveres para ser
enterrados. Además, cuando están embarazadas, su mayor contacto con los
entornos sanitarios aumenta su riesgo de contagio. En palabras de la
investigadora Martha Anker, “durante un brote en el Congo en octubre de 2003,
un investigador preguntó a un grupo de hombres cómo evitaban contraer ébola, y
ellos respondieron que se aseguraban de que las mujeres cuidasen a los
enfermos, protegiendo así a los varones de la infección”.
“El ébola es una
enfermedad cruel”
Así lo sentencia la
antropóloga española Almudena Mari Sáez, que ha investigado las fiebres
hemorrágicas de lassa y ébola en Guinea y Sierra Leona y ha participado en el
control de la epidemia en Guinea para la organización Charite-Berlin. “En una
familia pueden morir siete miembros de ébola. El duelo que hay que hacer y lo
que eso representa es diferente a que muera un solo miembro de malaria”,
explica la antropóloga.
Pero, además, es una enfermedad
cruel porque nos pide abandonar a nuestros seres queridos. “¿Qué harías tú si
de repente te dicen que no vuelvas a tocar a tu madre? ¿Seguirías abrazándola?
¿Y si vomita la ayudarías? Uno de los mayores problemas con el ébola es ése:
introduces normas muy drásticas, contrarias a la vida cotidiana y
emocionalmente muy difíciles”, apunta Mari Sáez.
Falta de campañas
educativas
Los investigadores insisten
en que uno de los mayores errores que ha favorecido la expansión de la
enfermedad ha sido precisamente de comunicación, en especial, el desarrollo de
campañas informativas sobre el virus y de sensibilización. Por desgracia, se ha
visto que, aunque hubiera una estrategia de comunicación, los hombres son
quienes predominan en las reuniones informativas para el control de los brotes,
a pesar de que las mujeres son las principales cuidadoras de los miembros
enfermos de la familia, y por tanto se encuentran en situación de mayor riesgo.
Según recomendaba Anker desde
la OMS, durante los brotes, “es importante que las mujeres que se preocupan por
la salud de los enfermos fuera de los centros de salud sean informadas sobre
cómo protegerse a sí mismas”. Otras medidas serían: ofrecer una mayor
capacitación y empoderamiento de las enfermeras en el control de las
infecciones, permitiéndoles iniciar protocolos de protección. Dotar de
instrumentos de protección a las matronas, que van a seguir encargándose de
atender los partos a pesar del brote, es otra de las medidas que deberían
ponerse en marcha en la que coinciden sanitarios y antropólogos.
Como bien lo definió la periodista
Jina Moore: “El ébola es un asesino despiadado. Exige lo que para la mayoría es
una respuesta implacable al sufrimiento: la distancia”.