Les guste o no a los hombres
que lean esto, estamos hablando de un hecho demostrado. La violencia y las
guerras han estado dominadas siempre por ustedes. Las cifras no mienten.
Tampoco miente la historia militar: los ejércitos han estado formados por
hombres que han sido ejecutores casi en exclusiva de la violencia, así como sus
principales víctimas. Solo en el siglo XX, los conflictos desencadenados y
ejecutados por varones se cobraron la vida de entre 136 y 148 millones de
personas. Está claro que, desde hace milenios, el ser humano ha demostrado una increíble
capacidad de matar, y, además, de hacerlo en masa y sostenidamente. Para ello
se ha servido de cualquier cosa a su alcance: un machete, un AK-47, explosivos
convencionales o bombas atómicas.
Por si esto
fuera poco, la violencia sexual contra las mujeres es omnipresente, ha sido
alentada como arma de guerra y constituye uno de los capítulos más vergonzosos
y más silenciados de la historia de los conflictos bélicos. Para nuestra
desgracia, esta violencia sexual ocurre en todos los países que están en
guerra. De acuerdo con cifras de la ONU, hoy, en pleno siglo XXI, en la
República del Congo han ocurrido alrededor de 200.000 violaciones, una cifra
similar a la ofrecida para Ruanda. No hay que irse muy lejos del mundo
“civilizado y culto”, no hay que adentrarse al corazón de África: en el
conflicto de la antigua Yugoslavia se estima que entre 20.000 y 50.000 mujeres
fueron violadas. A esta barbarie hay que agregar el aborto selectivo de niñas,
los crímenes de honor, el tráfico de mujeres con fines de explotación sexual o
la mutilación sexual, que afecta a 130 millones de mujeres.
La violencia
sexual ejercida contra niñas y mujeres en las zonas de conflicto ha sido tan
abrumadora que en su Resolución 1.325 de 31 de octubre de 2000, la Organización
de Naciones Unidas hizo visible por primera vez la necesidad de una protección
explícita y diferenciada para ellas en escenarios de conflicto. Según Naciones
Unidas, el 70% de las mujeres han experimentado alguna forma de violencia a lo
largo de su vida, una de cada cinco de tipo sexual. Y lo que es aún más
increíble, las mujeres entre 15 y 44 años tienen más probabilidad de ser
atacadas por su pareja o asaltadas sexualmente que de sufrir cáncer o tener un
accidente de tráfico.
Dice el
politólogo José Ignacio Torreblanca, “podemos prohibir las armas largas, las
armas cortas, las minas anti-persona, las bombas de fósforo o de fragmentación,
las armas bacteriológicas, químicas y nucleares, pero al final estaremos
siempre en el mismo sitio: detrás de cada arma habrá un varón”. Aterrador.
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